Crónicas Urbanas; Hoy Hamburgo
Todo me dice que la calle Hamburgo es la historia de Ñuñoa: el verde transparente de los arces y el ocre áspero de los plátanos orientales, la risa blanca de la niñez y la tranquilidad otoñal de la Plaza Augusto D’Halmar, los perros callejeros tras la rueda del auto y el olor a tostada casera en la esquina de Amapolas, el brillo metálico del stripcenter y la arrogancia de los edificios en altura, la fachada antigua de la Farmacia Blanco y los letreros pintorescos en la esquina de Emilia Téllez.
Es la calle Hamburgo un paisaje híbrido, evocador y colorido, donde puedo recordar el sendero brillante del Parque Tobalaba, la tarde familiar en la Plaza Ñuñoa y las conversaciones cordiales en los negocios de Irarrázaval. Es la calle Hamburgo un testimonio de la vida perdida de barrio, cuando los vecinos, después de jugar a la pelota, descansaban en el antejardín. Pero, ante todo, Hamburgo es un recorrido por la niñez, cuando la cálida mano de mi madre me llevaba a la Panadería Los Guindos. Allí conocería el aroma fresco de la marraqueta y el color opaco de sus murallas celestes, detalles mínimos que, de vez en cuando, aparecen en mi paseo otoñal por las calles de Ñuñoa.
Por, Diego Alegría Corona