Derrota y Muerte de una Ilusión: El Caso del 123 Ñuñoa

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Los hechos de la coyuntura han ido decantado por la fuerza de las tendencias involucradas y las urgencias de los tiempos. Hace siete meses escribí un artículo sobre “los problemas políticos del 123 Ñuñoa” en que se identifican tres nudos políticos que de no resolverse el proyecto estaría condenado a desaparecer y convertirse en cenizas. Esas tensiones eran: el aislamiento de la DC, la imposibilidad de hacer primarias legales –confundiendo dos proyectos de ley distintos- y las desconfianza instalada en el seno de la plataforma. Estos hechos, se ramificaban en un conjunto de preguntas que tampoco fueron resueltas.

Sin embargo, en aquélla ocasión existían otras situaciones que no fueron analizadas por cuestiones de espacio y para no perjudicar ciertos personajes que a todas luces no lo estaban haciendo bien desde el punto de vista de la articulación política. Me refiero a la débil conducción política de la coordinación y al silencio de los partidos que siempre vieron y supieron que esto no funcionaba y que callaron ante la visibilidad que le otorgaba a ciertos candidatos la socialización de las acciones de esta inédita plataforma: asambleas, acciones en ferias –ufff, que originalidad-, posicionamiento ciudadano, etc.

No puedo dejar de mencionar –como parte del análisis y sus efectos en la política- que en esa ocasión fui vilipendiado y fuertemente criticado en lo personal. Lo curioso, es que en público el artículo era renegado y criticado sin contra argumentaciones –exacto, ninguna crítica a la altura- y en privado sólo recibía alabanzas: lamentablemente, el cinismo y la mentira son parte de los recursos disponibles del poder: que ganas de desclasificar la historia oculta que ronda en torno a la sucesión de Sabat en ambos bandos.

Desde ese momento y por esa coyuntura deje de participar en las actividades del 123. Las críticas llovieron: la coordinación del 123 se dio el lujo de vetar los siguientes artículos –fue una decisión que tomo la coordinación y algunos presidentes de partido para no perjudicar el proyecto no viendo y callando que ellos mismos eran los sepultureros-, mi ex partido con prácticas estalinistas me solicitó no seguir escribiendo sobre el asunto para no perjudicar su opción que consideran como un “derecho natural”; otros, escribieron artículos sin argumentar –dominados por el voluntarismo-  descalificando mi rol de consultor y suponiendo situaciones inexistentes. Y, finalmente, están los ingenuos y entusiastas colaboradores –ajenos a los partidos- que en una mesa decían que no les gustaba el artículo porque sin esa opción no quedaba más remedio que volver a casa sin encontrar espacio para participar de la política local ante el cierre cupular que los partidos hacen –dirigentes y militantes- para cuidar sus insignificantes, irrelevantes e ilusorias cuotas de poder.

Lo que más sorprende es la incapacidad intelectual, teórica y política de entender un análisis que iba en la dirección de fortalecer la iniciativa desde la política. En rigor, si entendieron y no hicieron nada; al contrario, callaron y estiraron el elástico hasta obtener los mayores beneficios: partidos, dirigentes locales y candidatos.

Ha pasado el tiempo y hoy surge una pregunta que no puedo dejar pasar: ¿quién tenía la razón?; ¿cuáles eran las preguntas correctas?; ¿quién equivoco el diagnóstico?

El asunto sigue siendo político porque el proyecto unitario fracasó y tendrá efectos de poder. No me pidan que les diga cuáles.

La derrota de la “crónica de una muerte anunciada” no sólo se manifiesta en que no habrá primaria unitaria ni programa único –a propósito ¿qué partido está haciendo uso de todo el material producido para generar ese programa?, ¿quién lo tiene?, ¿dónde está?- sino también –y, sobre todo- en que no habrá candidato único y la competencia de octubre será, al menos, a dos bandas. Hay que apuntar, que este hecho ya estaba en la mesa desde noviembre y que las tesis de Frente Amplio no es ninguna novedad: no se hagan los sorprendidos.

Surge otra pregunta: ¿quién se hace cargo de la derrota política del 123?, ¿quién tiene que pagar el costo político?

El alcance político y mediático del 123 fue tan mínimo que los costos políticos se reducen y sus responsables pasan inadvertidos. Seamos honestos: ¿qué “ciudadano de a pie” sabe o sabía sobre la existencia de esta plataforma?, ¿a que “ciudadano o ciudadana de a pie” le interesa o interesaba el proyecto unitario?

Resulta curioso, observa que los más entusiastas con el proyecto unitario son los mismos que lo dejaron caer. Obviamente, el costo lo pagan los ingenuos. Si no hay costos que pagar es porque el proyecto nunca logro despegar ni entusiasmar. Nunca fue visible. Siempre, fue sólo voluntarismo y ansias de protagonismo a corto y largo plazo.

El proyecto 123, se encontró en el camino con una amplia gama de problemas que no pudieron ni tuvieron la voluntad, la capacidad ni el interés de resolver: ¿hablaron directa y francamente alguna vez con la DC?, ¿hicieron alguna vez un ejercicio para generar confianzas al interior de la asamblea?, ¿de dónde sacaron que una primaria costaba tres millones de pesos y que podían hacerla con voto electrónico?, ¿a quién se le ocurrió comenzar a organizar esa primaria en verano?, ¿de dónde sacaron que el programa unitario podía hacerse sin candidato y que éste debía recibirlo como las tablas de la ley?, ¿a quién se le ocurrió que los partidos –centralizados, nacionalizados y disciplinados- firmarían un cheque en blanco por dichas primarias sin escuchar antes a sus direcciones nacionales y sin conocer las dinámicas de negociación municipal en las que estaban inmersos?, ¿qué legitimidad tenía una coordinación incapaz de conducir el proceso unitario y que hacia agua por todos lados?, ¿por qué los partidos dilataron su participación cuando sabían que el asunto no iba a funcionar?, ¿qué proyecto político serio puede surgir en una mesa de un bar?

Al final de cuentas, la Asamblea –que le dieron carácter de soberana, siendo que la soberanía estaba radicada en la coordinación- tenía entre sus participantes a los mismos de siempre que rondan en todas las actividades políticas, sociales y ciudadanas de la comuna. Que era soberana y que estaba integrada por los ñuñoinos y ñuñoinas ávidos de política y participación era y es una mentira: desde el primer día fue capturada por los partidos y sus candidatos.

Todos vieron, finalmente, el triunfo cerca y quisieran acomodarse y participar del reparto del botín municipal. El problema es que no supieron cómo hacerlo. Es más, no les interesaba. Todos usaron el 123 Ñuñoa para sus fines; y, cómo esos fines eran incompatibles –nadie cedió nada- lo dejaron caer y morir.

Por Alejandro González LLaguno, Sociólogo

llaguno@nunorktimes.cl

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